UNA VIDA EJEMPLAR
EN MEMORIA DEL DOCTOR GUILLERMO
O’CONNOR |
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Sus
primeros años de infancia los pasó en el Anglo Peruano,
devenido hoy en los colegios San Andrés y María Alvarado. En
aquellos años practica intensamente el boxeo amateur, cosechando triunfos
en la división infantil. Es en esa disciplina que conoce al gran campeón
de box profesional argentino Luis Angel Firpo que, ocasionalmente está
de visita de exhibición en Lima en noviembre de 1923, el cual le felicita por sus
primeros pasos pugilísticos. Durante
su juventud, llega a integrar el equipo de noveles del Universitario de
Deportes, llegando a desempeñarse como delantero, hasta que una grave
lesión, le obliga a “colgar los chimpunes”. Habiendo
ingresado a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para seguir la
carrera de medicina, comparte sus estudios con las inquietudes sociales
de la época, siendo partícipe de los movimientos estudiantiles, bajo
la inspiración de José Carlos Mariátegui. Por
esos años se produce el golpe militar de Luis Sánchez Cerro, el cual
desata la represión general y decreta el cierre de la Universidad de
San Marcos, lo cual obliga, entre muchos, a Guillermo a suspender sus
estudios superiores. Mientras sus compañeros de aula migran a otros países
para culminar su carrera, él opta por recorrer los pueblos de la sierra
peruana, brindando sus conocimientos de medicina y fortaleciendo su
sensibilidad social. Poco
antes de terminar sus estudios, se produce la muerte de sus amados
padres, luego de padecer penosas enfermedades, lo cual lo embarga de
dolor, pero a la vez, le impulsa a reafirmarse en su noble profesión,
con mayor dedicación aún. Desde
sus últimos años de universidad, Guillermo se desempeña como jefe de
prácticas de los años inferiores, y, una vez culminada la carrera, se
gradúa como médico cirujano, en la especialidad de pediatría. El
haber logrado su título profesional, no lo desvincula de la enseñanza
académica, la cual ejercerá hasta su jubilación, como profesor
principal en la cátedra de Anatomía Humana, en la Facultad de San
Fernando, perteneciente a su querida alma
mater, San Marcos. En
aquella época, la candidatura del doctor José Luis Bustamante y Rivero
a la presidencia de la República, es respaldada por un nutrido grupo de
intelectuales progresistas, entre los que se encuentra firmando
Guillermo. Sin embargo, el posterior golpe del general Manuel Odría,
echa por tierra ese proceso democrático, que estaba en sus primeros
pasos, dando inicio a una prolongada dictadura militar. Profesionalmente,
Guillermo destaca en diversos foros de las ciencias médicas, como
brillante expositor, alcanzando a liderar el gremio, y en particular la
Sociedad Nacional de Pediatría, de la cual llega a ser Vicepresidente y
luego Presidente (1962-1963). Desde
sus primeros años de médico, trabaja para el Instituto Sanitas,
representándolo en eventos en distintas partes del país. También,
por aquellos tiempos ejerce importantes cargos administrativos en el
Ministerio de Salud, en la función de Jefe del Centro de Salud “San
Sebastián”, ubicado en el populoso barrio de Monserrate. Así
mismo, desde sus primeras prácticas profesionales, se vincula al
Hospital del Niño, y años después, aunque a medio tiempo, continúa salvando vidas y adquiriendo valiosa experiencia clínica en el
tratamiento de los infantes. Y
como si no fuera suficiente el tiempo brindado durante el día, cerraba
la jornada diaria, hasta altas horas de la noche, en su consultorio
particular, atendiendo a las personas de toda condición social. Este
breve recorrido por la valiosa vida de Guillermo, nos permite apreciar,
no solo a un excelente profesional, laborioso y entregado a su
especialidad, sino a un hombre profundamente humano, sensible al dolor
humano y a la pobreza de muchos pacientes, que en no pocas ocasiones, en
lugar de cobrar por sus consultas, rechazaba honorarios si veía las
carencias económicas de quienes atendía, e incluso les dejaba
medicinas. Sus
hijos somos testigos de las innumerables muestras de afecto que recibía
Guillermo, en los barrios populares, callejones y solares cercanos a su
Centro de Salud, o donde lo requerían. En
el hogar que formó con Doña Carmela Salmón Miranda, fue permanente
ejemplo de integridad moral, amor por su esposa y afecto por sus 7
hijos. En
este cálido ámbito familiar, inculcó el respeto al prójimo y la
rectitud en las decisiones, a toda prueba. Bástenos referir una anécdota
que ilustra estos calificativos: su segundo hijo, Roberto iba muy mal en
los estudios de medicina, siendo Guillermo, padre y profesor del curso
principal, de cuya aprobación dependía el año académico. Ante esta
situación, no tuvo ninguna vacilación en desaprobar a su propio hijo,
perdiendo un año de carrera. Comentando este hecho a sus hijos,
Guillermo explicaba, que prefería “jalar de año” a Roberto, antes
que sea un mal médico. Sin
embargo, su rectitud basada en valores, no le impidió poner siempre la
nota de sano humor y alegría en su hogar. El amor incondicional que dio
a su esposa Carmela, hasta el último instante de vida, fue siempre
visible para sus hijos, cuando, por ejemplo, llegando del trabajo, lo
primero que hacía era ofrecer un beso cariñoso a su pareja de toda la
vida. Ya
en sus años de jubilado, no abandonó su incansable actividad
profesional, sea atendiendo en su despacho o haciendo visitas
domiciliarias, a tal punto que, el mismo día en que lo velabamos, un
triste 15 de junio de 1988, una de sus pacientes pedía telefónicamente,
la confirmación para su cita de ese día. Honremos
la memoria de Guillermo, médico, profesor, padre y esposo ejemplares. Tus
hijos, sobrinos, nietos y biznietos, seguiremos tus enseñanzas y
entrega al
servicio del prójimo.
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Diciembre 2009 |