Hace muchos años,
en 1983, el Congreso aprista vio nacer al sucesor de Haya de la Torre.
Fui testigo de ese
evento e hice una crónica sobre el mismo, algo que muchos apristas,
urgidos de renovación y asqueados de la vieja guardia, me agradecieron.
Estaba
en disputa la elección del candidato para las elecciones de 1985.
Y las trincheras
estaban bien definidas. Desde una de ellas disparaba Carlos Enrique
Melgar, resumen verborreico del APRA.En la otra orilla estaba Alan García
Pérez, el joven diputado que había prometido cambiar el país, el
partido, el mundo.Cuando Melgar contó los votos que le tocaron supo que
le había llegado la hora. García celebró su triunfo con un discurso
hermoso porque estaba cargado de sentido.
Ya sabemos en qué
acabó todo eso. La casa de Melgar en Punta Negra –oxidada, en ruinas-
podría ser el monumento funerario del APRA de los 80.
Y el personaje que
hoy, de pura obstinación patronímica, se sigue llamando Alan García es
la encarnación del olvido y del pragmatismo a quince asaltos y la viva
demostración de que en el Perú, como decía Belli, “en cada linaje el
deterioro ejerce su dominio”.
Del García de los
80 sólo nos queda la inflación hecha carne y el tundete a lo Avilés de
su retórica. Sería injusto no decir que también le queda al personaje
un prodigioso talento para el arte del mentir y un inquebrantable apego a
la impostura y al dinero negro.
Pero soy testigo
ocular de que aquel Congreso aprista de los 80 fue un ejemplo de
democracia interna y limpieza a la hora del conteo. Ni la maquinaria de
Melgar, aceitada por la bufalería, pudo decir nada respecto de lo
intachable del comité electoral y de la pulcritud con la que se
reconoció a los delegados auténticamente elegidos por sus bases.
Ayer, el Congreso
aprista se ha tenido que suspender durante 24 horas por razones
excrementicias.
Las
acusaciones van desde el mangoneo del comité electoral a la
falsificación del padrón, pasando por las amenazas a los delegados
díscolos, el desconocimiento de representantes legítimos, las promesas
de puestos y dinero para los que transen y la intromisión de palacio de
gobierno, con todo su poder corruptor, en la imposición de “la
disciplina partidaria”.
Esto estaba cantado
desde que, hace meses, los sectores no infectados del aprismo señalaron
el apetito de García por mantener al APRA como su califato y a Mauricio
Mulder –esa promesa rota- como su plenipotenciario.
Si el alanismo como
banda arrasa otra vez con las bases apristas –como están temiendo
muchos- la cuenta regresiva para el partido de Haya de la Torre habrá
empezado. Y no importa lo que digan los Varguitas que no escriben y sí
medran ni lo que hagan las tías Julias penetradas por Business Track.
García no quiere un
partido en manos limpias. Un APRA en manos limpias no sólo se alejará de
su deriva promiscua, su traición programática, su desarme suicida, su
globalismo de madame de los commodities, sino que tendrá que tomar
distancia, en su momento, de las investigaciones que vengan –y vendrán-
sobre su más que quintuplicada fortuna personal (gracias Odebrecht,
gracias Pepe, gracias mineros, gracias China Popular, gracias Eske,
gracias a tantos por este Oscar (de la renta) y por estos años de
crecimiento).
De modo que para
García controlar al APRA es un asunto de sobrevivencia personal.
Y
el APRA se juega la vida en este empeño. Si el partido vuelve a
asustarse, si el fantasma de Idiáquez se pasea por las mesas de votación
pistola al cinto, si la transfusión de pus derrota a la transfusión de
sangre nueva, el APRA se reducirá a uno de los bienes inmuebles de
García.
Si García vuelve a
derrotar al APRA, el partido más institucionalizado del Perú llegará a
ser una casona vieja que huele a desinfectante y un anexo palaciego en el
que Mirtha llama a Canáan de parte de Rómulo, Nava negocia con camiones,
Chirito manda mensajes de ruego y/o de intimidación, Alfredo M. aconseja
y el dinero, como aquella moneda en un poema de Prevert, rueda y rueda y
no deja de rodar.
O el APRA elige la
historia y la refundación o se convierte en el baño de visitas del
doctor García. De este Congreso depende. Veremos quiénes se atreven a
rescatar al viejo partido de centro de manos de la mafia de Collique. |