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¡Cómplices
del MRTA al descubierto! –grita “La Razón”. ¡Son unos
miserables encubre-terroristas! –ulula Lourdes Alcorta.
¡Es hora de investigar a las ONG que se ensañaron con Fujimori!
–clama Carlos Raffo–. Y añade: ¡Es hora de saber la verdad!

¡Nunca se había visto tal unanimidad en el Congreso! –abona un
locutor de RPP recordando su etapa de biógrafo apologético de
Fujimori (también lo fue de un textilero con prontuario, pero, en
fin, nadie es perfecto).
¡Aprodeh es el brazo político del MRTA! –afirma un columnista que
fue conspicuo en el canal-acequia de Vicente Silva Checa y Jorge
Morelli.
No es que la Inquisición haya vuelto. Las que han vuelto son la
fujiprensa y la fujiatmósfera y las fujitramas de los psicosociales
que se cocinaban en el SIN y pasaban a “La revista dominical” y de
allí a la prensa coral que amenizaba la fiesta de Boloña y su combo.
Porque, ¿cuál es el crimen de Aprodeh?
Es haber dicho la verdad: que el MRTA se disolvió de facto tras su
derrota militar y política en la embajada del Japón y que hoy,
sencillamente, no está vigente. Tan cierto es eso que el presidente
del Congreso, Luis Gonzales Posada, le tuvo que atribuir al MRTA la
autoría del atentado del centro comercial El Polo para demostrar,
ante los micrófonos amigables de RPP, “que el MRTA sigue siendo un
peligro”. Todo el mundo sabe que ese atentado con nueve muertos fue
reivindicado y ejecutado por una célula remanente de Sendero, de cuya
ominosa actualidad, en el Vrae por ejemplo, nadie duda.
Es falso que Aprodeh haya exculpado al MRTA de la acusación de
terrorismo. En la primera parte de la carta enviada a la eurocámara,
la entidad hace un deslinde soberano respecto de la violencia
terrorista que practicaron Sendero, como doctrina, y el MRTA, como
instrumento eventual. “Aprodeh…ha tenido desde los inicios del período
de la violencia política una clara posición de rechazo y condena a
los actos de terror de los grupos como SL y el MRTA que operaron en
esos años”, expresa el documento fechado el 22 de abril y firmado
por Francisco Soberón Garrido y Juan Miguel Jugo Viera. El mismo
termina con una reflexión que comparten muchos observadores de la
escena política nacional: “…no se debe sobredimensionar la
existencia y actividad de un grupo como el MRTA, lo que puede servir
para perseguir a activistas sociales y opositores políticos acusándolos
injustamente del delito de terrorismo”.
Lo que pasa es que la difamación exorbitada, la histeria ejecutiva y
las amenazas de las ñañas y los ñaños de la nueva falange mediática
convienen al calentamiento no-global que se quiere crear en el Perú
del doctor García. Es decir, primero hay detenciones de campesinos
adversarios de Majaz, acusaciones de terrorismo a una decena de
ambientalistas, carcelería para los asistentes a una reunión
internacional que fue asistida por el cáterin de la municipalidad de
Quito. Segundo, algunos voceros de la policía política del peor
aprismo –el de Alva Castro– arman una campaña que justifica
algunas de esas detenciones arbitrarias. Tercero, se pretende que,
ante la proximidad de una cumbre europea importante a realizarse en
Lima, Estrasburgo suscriba la tesis de que el MRTA –la única
organización que podría estar próxima a las FARC dado su común
origen castrista– está vivito, coleando y matando. Todo encaja.
Como encaja la canallada de insinuar que este diario es parte de los
planes que Chávez, las FARC y la milagrosa laptop de Raúl Reyes
disparan a los cuatro vientos.
Es importante para los intereses menos nacionales crear un eje
FARC-MRTA-oposición ambientalista-sindicalistas-prensa incómoda. Y
si a ese complot tan conveniente puede añadirse “el
derechohumanismo” del que habla “La Razón”, pues el modelo
colombiano habrá sido casi clonado entre nosotros.
Que el señor Ollanta Humala se preste a las unanimidades que
emocionan al Chema y excitan a la Alcorta revela que, en algunos
casos, el líder del nacionalismo cede su papel al del inculpado de
Madre Mía. No es una coincidencia que haya sido Aprodeh,
precisamente, la organización que emprendió la investigación y firmó
la acusación en contra de aquel Humala que combatía al senderismo
con las armas de la ley y, al parecer, por lo menos en un caso específico,
también con las que Fujimori y Montesinos alentaron.
Que Humala se haya vengado de Aprodeh resulta humanamente explicable,
tristemente explicable. Que no haya habido un solo congresista
nacionalista capaz de romper con esa lógica de acusado con sangre en
el ojo sí que resulta extraordinario. ¡La oposición desaparece
cuando la peor de las pezuñas del gobierno patea el suelo!
Aprodeh recibe unos seiscientos mil dólares anuales, que provienen de
agencias gubernamentales y privadas de los Estados Unidos, Holanda, Bélgica,
Francia, Gran Bretaña y Suecia. Sus papeles están en regla y sus
balances, a tiro de la Apci siempre, no se parecen a los del Banmat.
Su prestigio internacional hizo que, ante el pedido peruano de
enmendar un documento ya concertado, algunos eurodiputados verdes y
socialistas consultaran con la organización. Que la carta de Aprodeh
haya sido el único factor que explique la derrota de García en
Estrasburgo es una convenida desfiguración. Podría ser que los que
votaron en contra de García hayan sospechado de cuáles podían ser
los verdaderos propósitos del régimen que manda en el Perú.
El próximo 13 de mayo, Francisco Soberón deberá estar en San
Francisco para recibir un premio especial del “Center for Justice
and Accountability”. Junto a Harold Hongjiu Koh, decano de la
Escuela de Leyes de la Universidad de Yale, Soberón recibirá el
premio Judith Lee Stronach de los Derechos Humanos por su protagónico
papel en la hazaña judicial, internacionalmente reconocida, de haber
puesto donde ahora está al ciudadano japonés Alberto Fujimori
Fujimori, el padre putativo de Raffo y su banda. Entenderán, amables
lectores, por qué Soberón, según la lógica de los mandaderos de
Giampietri, debe ser mediáticamente “aniquilado”. Quedará como
baldón del ollantismo en rompanfilas haberse sumado al vocerío de la
señora Alcorta. |
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